Todo se vuelve más entretenido cuando se presenta como un juego, especialmente si dicho juego tiene como objetivo mejorar tu motivación para alcanzar tus metas. Al planificar tus tareas como si fueran pequeñas pruebas que debes superar a lo largo del día, puedes completar tus objetivos sin perder la motivación.
La gamificación es un concepto ya utilizado en aplicaciones deportivas para mantener la motivación. Ha sido probado en sistemas educativos, como el enfoque de Duolingo, y es empleado por supermercados para fomentar la fidelidad del cliente. La clave para todos ellos es un fenómeno psicológico llamado “efecto gradiente de objetivo”.
La idea es sencilla pero efectiva: al dividir las tareas en metas a corto plazo, cada pequeño logro genera una sensación de éxito y recompensa en el cerebro. Esta expectativa de recompensa impulsa a continuar avanzando, evitando la procrastinación. Así, actividades que pueden parecer aburridas se transforman en experiencias más agradables y manejables.
El origen del efecto gradiente de objetivo se remonta a un estudio de 1934 realizado por el psicólogo Clark L. Hull, quien observó que las ratas en un laberinto aceleraban su avance al acercarse a la meta. Este comportamiento también se observa en humanos, y es ampliamente utilizado en marketing, educación y apps de salud para mantener la motivación.
Investigaciones adicionales han mostrado que iniciar con un pequeño progreso, como unos “sellos” pre-marcados en una tarjeta de fidelidad, puede incrementar significativamente la motivación para completar la tarea. Esto puede aplicarse a la productividad dividiendo tareas grandes en pequeñas y concretas, lo que reduce el miedo al fracaso y la procrastinación, aprovechando además otro efecto psicológico conocido como Efecto Zeigarnik.
Aplicar el efecto gradiente de objetivo en tareas diarias se puede hacer integrando tácticas de gamificación: dividir tareas grandes en pasos alcanzables y ofrecer recompensas pequeñas por cada hito completado. Mantener a la vista el progreso visual puede reforzar esta sensación de avance continuo.
Aunque eficaz para evitar la procrastinación, es aconsejable usar esta técnica con moderación. Un uso excesivo puede llevar a agotamiento y una “visión de túnel”, ignorando soluciones creativas y opciones más efectivas. Sin embargo, bien aplicado, puede ser una técnica poderosa para mantener la motivación en tareas menos deseables.
Finalmente, no olvidemos que la productividad también puede beneficiarse de pausas, ya que la neurociencia sugiere que “no hacer nada” puede tener un impacto positivo.